Fue en un café. Yo salía de todo aquello. Aún estaba recuperando parte de la sangre que había perdido, los kilos, la salud, y las horas de sueño. Había muchas cosas que se veían en mi mirada. O al menos eso me dijo ella, poco antes de confesarme su secreto. Le pregunté, ¿Acaso hay alguien que viva sin miedo? Y entonces me dio la receta: la única forma de escapar del miedo es no tener nada. Así no habrá nada que puedas perder. Y yo le creí. Después de aquello lo tiré todo a la basura. Todo metido en bolsas del carrefour, llenando contenedores verdes.
Varios años después aún sigo atemorizado.
4 comentarios:
Me has recordado a los Vetusta y su Saharabbey Road...
Los días están contados,
no hay más que temer,
tan sólo seremos libres
cuando no haya más que perder,
si no hay nada más que perder...
;)
Yo creo que el miedo es mucho más, por eso no son suficientes los contenedores verdes...
Besos!
Vanessa
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