8/11/2011
...que nunca le gustaron las despedidas
Se acordó de Bogart. Y tarareó unas cuantas canciones. Miró varias veces la pantalla que anunciaba los vuelos. Nervioso y cabizbajo. Sin duda, era un buen momento para volver a fumar. Pensó en ella, claro. Y en cómo cambian las cosas. Pensó en su familia. En sus amigos. En todo lo que dejaba detrás. Y precisamente esa era la clave para marcharse: que todo estaba detrás. Los puños cerrados. La garganta aprendiendo a hacer nudos de corbata. Y una manada de elefantes apoderándose de las manecillas del reloj. Como si fuera una película en blanco y negro. Perdido y encontrado, al mismo tiempo. La vida, una cuestión de circunstancias aleatorias difíciles de prever y controlar. Por fin llegó el momento. Cruzó todos los controles. Echó una última mirada atrás. ¿Y si ella se hubiera enterado y hubiera ido allí a despedirle?. Giró la cabeza. Y no vio a nadie.
Y su siguiente mirada fue a través de la ventanilla. Adiós.
(foto sacada de http://avecesmenamoro.blogspot.com/)
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