2/08/2013

Pidió el café de siempre.
En el lugar de siempre.
A la hora de siempre.
Se concentró en el libro de Murakami.
Miró por la ventana.
Trazó un plan
para el atraco perfecto
al banco de la esquina.
Suspiró.
Cerró los ojos para descansarlos.
La vida pasaba.
Igual que una coartada imprevista en la memoria.
Alzó la vista.
Y la vió.
Allí estaba ella.
La mujer que le había puesto el café.
Aquello que había estado esperando
Desde el fin de año del 2003.

Y entonces, la vida, volvió a ser lo que era.