2/27/2006

QUE TRATA DE ESPAÑA

Cierto sector político de este país está entrando cada vez más en una doble moral muy preocupante. A los que dicen que no hay que negociar ni olvidar, habría que recordarles cómo este país hizo una transición en la cual mucha gente tuvo que hacer de tripas corazón y olvidar lo que una dictadura había provocado. Es preocupante cómo nos venden pactos de silencio, transiciones y olvidos cuando a ellos les interesa, mientras que ahora parece que no, que nada de negociar. Lo que realmente me provoca mayor asco y ganas de vomitar es que utilicen en su salto al vacío a las víctimas del terrorismo, dirigidas por el inefable y mononeuronal Alcaraz. Posiblemente estemos llegando al momento de quitarse las caretas y preguntar a los señores del PP:
¿Ustedes quieren que se acabe ETA? Porque a mí me da la sensación de que no les interesaría para nada el fín del terrorismo. Se quedarían sin excusas. Lo único que nos queda es esperar a que al final el tiempo(y las urnas) pongan a cada uno en su sitio.

Recomiendo echar un vistazo a esto:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=27225
Los contactos Aznar-ETA en la prensa. No hay nada como la hemeroteca para sacar colores a los hipócritas.

2/22/2006

LA BANDA SONORA DE NUESTRA VIDA

Hay canciones tan buenas que nunca olvidas la primera vez que las escuchaste.
Ese momento mágico en el que pones el CD en el reproductor, le das a play, se para el mundo, y sólo existen dos cosas: tú y esa canción.
Recuerdo que me ha pasado con muchas canciones.
La primera vez que escuché Salitre, de Quique González. Un verano en el pueblo, recién llegado de Barcelona y sin nada por hacer. Y la de veces que la habré escuchado después. Recuerdo cuando escuché por primera vez "El día de la mujer mundial" de Calamaro, las guitarras de esa canción, cuando entra la voz... O lo mismo con "Te quiero igual", que me acuerdo que escuché por primera vez en un programa de fútbol al que habían invitado a Calamaro. Esa mezcla entre Sabina y Dylan...
"Kamikazes enamorados", de QG, la descubrí andando por la puerta del Sol, con el disco recién comprado. Era tanta la ansiedad por escucharlo... Y así con muchas más: Ismael, Chaouen, Ryan Adams, Damien Rice, Javier Álvarez, Pedro Guerra...
Recuerdo otras muchas que escuché por primera vez en la radio, o ahora por Internet.
Tantas canciones que forman la banda sonora de nuestra vida, que tienen parte de culpa de que seamos lo que somos.

2/20/2006

2/10/2006

EL DESTINO QUE NOS LLEVA (3ª PARTE)

Con esta tercera parte se termina la historia.
Si alguien no ha leído alguna de las dos partes anteriores, las puede encontrar justo debajo de esta. Se recomienda la lectura por orden, lógicamente.
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Él le contó que hacía unos meses que había vuelto a vivir a aquel pueblo, para dejar atrás los años de fracaso y una mujer que nunca llegó a entenderle. Ahora trabajaba en una fábrica, sin más aspiración que tener una vida sencilla. Se conformaba simplemente con eso.
Le confesó algo que ella jamás habría esperado escuchar. Resulta que durante todos estos años había seguido desde la distancia su carrera como escritora. Había comprado todos sus libros, recortado todos sus artículos y archivado todas sus entrevistas. Incluso podía llegar a recitar algún párrafo escrito por ella.
Al día siguiente volvieron a quedar. Y al otro. Y así muchos días. Encontraron de nuevo algo que hace mucho que creían haber perdido para siempre: la ilusión.
Un par de meses después, el hombre de nuestra historia pronunció las palabras mágicas:
-¿Sabes? La verdad es que nunca pude olvidarte. Lo intenté de mil formas distintas. Te busqué en otras mujeres, en otros lugares, en otras bocas, y no hubo manera de olvidarme de que existías. No encontré la forma de acallar la voz que dentro de mí me decía que fuera a buscarte. Y nunca me atreví a dar el paso. Toda la vida arrepintiéndome de haberte dejado marchar. Y ahora resulta que la vida me da una segunda oportunidad, y no me perdonaría volver a perderte.

Ella calló, se quedó sin saber qué decir. Sólo acertó a soltar un mar de excusas para explicar que necesitaba marcharse a su casa cuanto antes. Corrió por las calles del pueblo como nunca lo había hecho. Al llegar a casa se escondió bajo las sábanas y lloró. No sabía por qué lo hacía, pero lloró desconsoladamente durante largo tiempo. Necesitaba desahogarse, y esa era la mejor forma que conocía.
Durante muchos días no salió de casa. Se dedicaba a darle vueltas y vueltas a la cabeza, pensando en lo que él le había dicho, pensando en la vida que podrían construir juntos. No hizo caso de los aullidos del teléfono, no abrió la puerta, no probó bocado, sólo pensaba y pensaba, hasta que no podía más.

Una semana después de haberse encerrado en casa, despertó y lo vio todo claro: había encontrado su lugar en el mundo. Tanto dar vueltas por la vida, tanto soñar, para que el final resultara que el único lugar donde podía ser realmente feliz fuera el pueblo de donde siempre había soñado escapar. Vaya cosas tiene la vida. Tal vez, el sentido de la búsqueda fuera ese: aprender a valorar lo que tenía y nunca supo apreciar. Ahora, después de tanto tiempo, por fin estaba segura de lo que iba a hacer. Era el momento de volver a empezar la vida que hace tiempo había abandonado.
Saltó de la cama y empezó a prepararse igual que en aquella primera cita. De nuevo volvió a sentirse inundada por aquella ilusión que tanto tiempo había estado escondida, de nuevo volvió a sentirse viva. Iría a buscarle a la salida del trabajo y le diría que sí, que a partir de aquel día empezarían de nuevo, que nunca es tarde, que aún tenían mucho tiempo por delante.
Salió de casa y devolvió una sonrisa a la luz del sol. Sentía mucha ansiedad, estaba nerviosa y se le notaba. Impaciente esperó en la puerta de aquella vieja fábrica a que el hombre al que amaba saliera del trabajo. Recordó la canción de Víctor Jara, sintiéndose Amanda, sintiendo que “la vida es eterna en cinco minutos”.
Y de repente, una noticia rompió el cristal de sus sueños:
La noche anterior, un accidente de tráfico se había llevado por delante todo su futuro.
De nuevo volvió a romperse algo en su interior.

Pasados unos días consiguió reaccionar y asumir lo que había ocurrido. Ahora sabía que no podía volver a cometer los mismos errores. No volvería a dejar que el destino jugara con ella a su antojo. Ahora llevaría ella las riendas, ahora ella decidiría siempre lo que tenía que hacer.
Había perdido varias vidas hasta darse cuenta de lo que tenía que hacer, pero aún tenía la oportunidad de no repetir los mismos errores. En aquel momento fue como si volviera a nacer. Se convirtió en una mujer completamente distinta.
Aquel día cumplía 30 años, y se sentía más segura que nunca.
Aquel día, después de muchos meses sin hacerlo, volvió a escribir, y comenzó a luchar por el único objetivo que tendría a partir de entonces tendría en su vida: ser feliz.

FÍN

2/04/2006

EL DESTINO QUE NOS LLEVA (2ª PARTE)

Si alguien no ha leído la primera parte, la puede encontrar justo debajo de esta. Se recomienda la lectura por orden, lógicamente.
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Vuelta a estar sola, y vuelta a la vida de escritora de éxito. La verdad es que no le costó mucho volver a acostumbrase a la vida solitaria. Se adentró de nuevo en un mundo de fiestas, firmas de libros, artículos para importantes semanarios y chicos más jóvenes que ella. La mayor parte del tiempo lo pasaba viajando y durmiendo en hoteles. La libertad que tenía la aprovechó para viajar a todos esos lugares con los que soñaba cuando era una niña: París, Londres, Nueva York...
¿Sería eso la vida? No lo tenía muy claro, pero seguía hacia delante, sin darle demasiadas vueltas a nada de lo que sucediera a su alrededor. No sabía si de esa forma era feliz, pero tampoco estaba mal, y con eso se conformaba.

Y de repente sonó el teléfono:
-Tus padres han tenido un accidente de coche.
Algo estalló en su interior y se quedó petrificada durante varios días. Tardó mucho tiempo en volver al mundo real. No entendía lo que había sucedido. Lo entendía nada de lo que había pasado con su vida en los últimos años. Hacía mucho que no había ido a visitar a sus padres, y se dio cuenta de que lo que estaba haciendo con su vida no era lo más correcto. Se sintió culpable y víctima al mismo tiempo. ¿Qué demonios era la vida? Desde luego que eso no.

Decidió quedarse un tiempo en el pueblo en el que había nacido, buscando por la casa el recuerdo de sus padres. El inmenso vacío de aquellas habitaciones la ahogaba por momentos. Pero tenía que quedarse allí, tenía que comprender antes de volver a la vida. Dejó de escribir, sólo despertaba cada mañana por si ocurría un milagro. Pasaba los días como quien pasa las hojas de un libro que no le gusta, pero que quiere terminar. Tal vez, la hoguera del tiempo borrara el recuerdo de los malos momentos.
Un día, cumpliendo la rutina que tanto odiaba, salió a la compra, y mientras esperaba en la cola del supermercado, encontró una cara conocida que le devolvió al pasado. Era aquel novio de la adolescencia al que dejó plantado cuando se fugó a la gran ciudad para cumplir su sueño de convertirse en escritora. Habían pasado muchos años, pero se reconocieron al instante. Durante varios segundos se quedaron mirando fijamente a los ojos, sin saber qué decir, hasta que él consiguió articular algunas palabras:
- ¿Y tú qué haces aquí?- le preguntó.
-Hacer la compra- respondió ella, dándose cuenta al instante de la estupidez que acababa de decir.

Y quedaron para cenar al día siguiente. Ella sonreía mientras se preparaba para la cita, recordando cómo fue la primera vez, lo nerviosa que estaba por haber quedado con el chico que le gustaba. Recordar aquella ilusión le hizo feliz durante unos segundos. Se vistió de negro, igual que en aquella primera vez. A veces recordar el pasado sí que merece la pena.
Se encontraron a la hora prevista y aquello fue como si no hubiera pasado el tiempo. Diez años sin verse quedaron en nada. Recordaron los días de verano, el sabor de los primeros besos, el miedo de la primera vez... y rieron, rieron como hacía mucho tiempo que ninguno de los dos lo hacía.

CONTINUARÁ...