EN OTRO TIEMPO, EN OTRO LUGAR
Cuenta la historia que hace muchos años, Kafka (el tipo que llegó a sentirse como un escarabajo) se encontró a una niña llorando desconsoladamente. La niña le explicó que lloraba porque había perdido la muñeca que le había acompañado durante toda su vida. Había buscado por toda la casa, por todo el barrio, y nada, ni rastro de la muñeca desaparecida.
Para calmar el desconsuelo de la niña, a Kafka se le ocurrió una mentira piadosa. Le explicó a la niña que la muñeca había decidido salir a ver mundo, conocer otras culturas, viajar a distintos países, y que no se había despedido de ella porque las despedidas la ponían muy triste. La niña apagó su tristeza pensando que la muñeca estaría feliz allá donde estuviera, y Kafka la convenció de que seguro que la muñeca se acordaría de ella cada día, y que quién sabe, a lo mejor le enviaría alguna postal desde los lugares remotos en los que la muñeca andaría buscando su felicidad.
Una semana después, la niña encontró una postal en su buzón. Tras la imagen de la Torre Eiffel, la muñeca le contaba que estaba muy feliz y que sentía muchísimo no haberse despedido de ella, pero que entendiera que no quería marcharse acompañada por la tristeza de la despedida.
Y desde entonces, puntualmente, cada cierto tiempo recibía una postal de la muñeca que había decidido marcharse a buscar su lugar en el mundo.
Kafka, lleno de ilusión, había decidido escribirle esas postales a la niña.
Diciembre 2005.
2 comentarios:
Paul Auster en su última novela hace referencia a esta bonita historia... ¿lo sacaste de Brooklin follies?
Un besazo
no, es casualidad.
Alguien me contó la historia y yo la redacté. Después leí el libro de Auster.
Publicar un comentario