...y de fondo "Al otro lado del río", de Jorge Drexler, nominada a los Oscar
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Randall Corella V.
En 1952, Ernesto Guevara subió a una motocicleta para hacer un viaje en el que descubrió su alma revolucionaria
Por esos días no tenía la boina, la barba ni el uniforme. Era un estudiante de medicina, con 23 años de edad y un inmenso deseo de aventura. Su nombre era Ernesto Guevara de la Serna y faltaba mucho para que a alguien se le ocurriera llamarlo Che.
Eran los años de su juventud en Argentina, la época en que solo pensaba en jugar rugby, hablar con sus amigos y visitar a su novia. Era su pasado de niño asmático, lector voraz y estudiante ejemplar que muy pocos conocen.
"El Che escribió y publicó mucho en sus 39 años de vida, pero trazó un círculo en torno a su juventud, que consideraba irrelevante para su vida posterior de revolucionario", afirmó el biógrafo Jon Lee Anderson en un artículo de la revista española El País Semanal.
Y habla con razón. El único testimonio escrito sobre los primeros años de la vida de este revolucionario se encontraba en el libro que su padre, Ernesto Guevara Lynch, publicó a finales de los años 80 bajo el título Mi hijo el Che.
"Era una obra interesada, llena de omisiones descaradas y afirmaciones no justificadas", agregó Anderson.
Para rescatar la juventud del Che, su viuda, Aleida March, publicó el libro Notas de Viaje, uno de los diarios inéditos que Guevara le dejó en 1965, dos años antes de morir en Bolivia.
El texto es la base de la película Diarios de Motocicleta (estrenada este viernes en Costa Rica), un filme del director brasileño Walter Salles. La producción recrea el viaje de Ernesto y su amigo Alberto Granado por Latinoamérica, que despertó el corazón revolucionario de quien luego sería el Che.
Asma invencible
Ernesto Guevara de la Serna nació en 1928, en Rosario (Argentina) una ciudad portuaria sobre el río Paraná. Desde pequeño, el hijo de Ernesto y Celia fue un niño enfermizo.
Sufría tantos ataques de asma por semana que, en busca de una cura, los Guevara se trasladaron a Altagracia, en las colinas de la provincia de Córdoba.
Ahí pasó la mayor parte de su adolescencia y conoció a Alberto Granado, el hermano de un compañero de secundaria quien después se convertiría en su colega de andanzas.
Viaje trascendentalEn 1952, Ernesto Guevara subió a una motocicleta para hacer un viaje en el que descubrió su alma revolucionaria.
"¿Al Che?, lo conocí en 1941, cuando estudiaba el bachillerato con mi hermano Tomás. En la Universidad de Córdoba habíamos efectuado una huelga de protesta y me detuvieron en la comisaría central de Córdoba. Mi hermano vino a traerme la comida y lo acompañaba su amigo Ernesto Guevara", contó Alberto en un artículo de la revista cubana La Jiribilla.
Junto con Granado, los amigos de infancia del Che coincidieron en que se le consideraba un muchacho atractivo, pero despreocupado por su apariencia personal. Y aunque no tenía oído para la música y era torpe bailando, se las ingeniaba para acercarse a las muchachas.
"Al empezar cada baile, nos preguntaba qué era, si un vals, un tango o un mambo. Cuando lo sabía, invitaba a las chicas y llevaba mentalmente el ritmo de la canción&...; Era un caradura, perseguía a las muchachas sin cesar, y el único motivo por el que bailaba era para acercarse a su presa", afirmó Carlos Calica Ferrer, un excompañero de Ernesto citado por Anderson en su artículo.
El mismo Calica contó que le habían enseñado a Guevara qué era el sexo cuando tenía 14 ó 15 años y lo pusieron en contacto con la empleada de su familia, a quien llamaban la Negra Cabrera.
Pocos meses después de que Ernesto terminara el bachillerato, en 1947, sus padres se separaron, y la familia Guevara debió mudarse a Buenos Aires.
En la capital argentina, el Che se propuso hacer deporte para combatir el asma, aunque su padre no estuvo muy de acuerdo con la idea. Por varios años, fue un violento jugador de rugby del Club Atlético Atalaya.
"Algunos atletas de hoy recuerdan al joven Guevara, aquel que actuaba en la segunda del Atalaya y que, cada 10 ó 20 minutos, salía de la cancha para aplicarse un vaporizador", afirmó Alberto en La Jiribilla.
Lector voraz
Desde los 17 años había empezado a leer libros de filosofía y a escribir un diario con anotaciones sobre lo que había leído. Él lo llamaba su "diccionario filosófico".
Leía de todo: H.G. Wells, Baudelaire, Machado, Faulkner, Camus, Sastre, Kafka y García Lorca. Pero por encima de todos siempre estuvo Pablo Neruda.
Aunque tenía una gran habilidad para la matemática, sorprendió a muchos cuando entró a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Durante sus primeros años como universitario, las anotaciones en su "Diccionario filosófico" mostraban que había leído a Mussolini, Stalin y Marx.
Al terminar el tercer curso, en enero de 1950, decidió recorrer varias provincias argentinas en una bicicleta de motor. Obviamente, lo primero que hizo fue ir a un hospital de leprosos, al norte de Córdoba, donde trabajaba el farmacólogo Alberto Granado.
Viajó más de 4.500 kilómetros y atravesó 12 provincias. Estuvo a punto de llegar a la frontera con Bolivia, pero las carreteras inundadas por riadas y un volcán activo le impidieron seguir.
Un año después, entre febrero y junio de 1951, se embarcó como médico en una flota de cargueros de la compañía estatal de petróleos que viajó por costa atlántica de Suramérica.
"Vivió más en el mar que en tierra y, en ese tiempo, escribió un relato breve en primera persona titulado Angustia", contó el artículo de El País Semanal.
Pero la verdadera semilla de aventura se había sembrado cuando visitió a Granado en la leprosería y planearon un viaje por toda Latinoamérica.
A los 23 años, Guevara estaba harto de la universidad, de hospitales y de exámenes, como reconocería después en sus Notas de Viaje. Así que, cuando Alberto le propuso hacer el periplo en su Poderosa II, una vieja motocicleta Norton 500cc., aceptó sin titubear.
El 4 de enero de 1952, partieron hacia Miramar, un balneario a orillas del Atlántico donde estaba veraneando la novia de Ernesto, María del Carmen Chichina Ferreira.
La despedida se prolongó durante ocho días, pero cuando los dos amigos subieron a La Poderosa II, emprendieron una experiencia por Chile, Perú y Venezuela que cambiaría sus vidas.
"En ocho meses tuvimos muchos trabajos para ganar dinero y seguir viajando. Transportamos mercancías, cargamos bolsas, fuimos marineros, polizontes, médicos y hasta fregadores de platos", contó Alberto en su artículo.
Ya habían conocido el hambre, la pobreza y la injusticia de muchos pueblos latinoamericanos, cuando Granado encontró trabajó en un hospital de leprosos en Venezuela.
Entonces, el Che recordó la promesa de graduarse como médico que había hecho a su mamá, y el 26 de julio, en un avión que transportaba los caballos de carrera de su tío Marcelo, regresó a Buenos Aires. Pero, como reconoció en sus Notas de Viaje, ya no era el mismo.
"El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina, el que las ordena y pule, 'yo', no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra 'Mayúscula América' me ha cambiado más de lo que creí", escribió.
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