2/10/2006

EL DESTINO QUE NOS LLEVA (3ª PARTE)

Con esta tercera parte se termina la historia.
Si alguien no ha leído alguna de las dos partes anteriores, las puede encontrar justo debajo de esta. Se recomienda la lectura por orden, lógicamente.
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Él le contó que hacía unos meses que había vuelto a vivir a aquel pueblo, para dejar atrás los años de fracaso y una mujer que nunca llegó a entenderle. Ahora trabajaba en una fábrica, sin más aspiración que tener una vida sencilla. Se conformaba simplemente con eso.
Le confesó algo que ella jamás habría esperado escuchar. Resulta que durante todos estos años había seguido desde la distancia su carrera como escritora. Había comprado todos sus libros, recortado todos sus artículos y archivado todas sus entrevistas. Incluso podía llegar a recitar algún párrafo escrito por ella.
Al día siguiente volvieron a quedar. Y al otro. Y así muchos días. Encontraron de nuevo algo que hace mucho que creían haber perdido para siempre: la ilusión.
Un par de meses después, el hombre de nuestra historia pronunció las palabras mágicas:
-¿Sabes? La verdad es que nunca pude olvidarte. Lo intenté de mil formas distintas. Te busqué en otras mujeres, en otros lugares, en otras bocas, y no hubo manera de olvidarme de que existías. No encontré la forma de acallar la voz que dentro de mí me decía que fuera a buscarte. Y nunca me atreví a dar el paso. Toda la vida arrepintiéndome de haberte dejado marchar. Y ahora resulta que la vida me da una segunda oportunidad, y no me perdonaría volver a perderte.

Ella calló, se quedó sin saber qué decir. Sólo acertó a soltar un mar de excusas para explicar que necesitaba marcharse a su casa cuanto antes. Corrió por las calles del pueblo como nunca lo había hecho. Al llegar a casa se escondió bajo las sábanas y lloró. No sabía por qué lo hacía, pero lloró desconsoladamente durante largo tiempo. Necesitaba desahogarse, y esa era la mejor forma que conocía.
Durante muchos días no salió de casa. Se dedicaba a darle vueltas y vueltas a la cabeza, pensando en lo que él le había dicho, pensando en la vida que podrían construir juntos. No hizo caso de los aullidos del teléfono, no abrió la puerta, no probó bocado, sólo pensaba y pensaba, hasta que no podía más.

Una semana después de haberse encerrado en casa, despertó y lo vio todo claro: había encontrado su lugar en el mundo. Tanto dar vueltas por la vida, tanto soñar, para que el final resultara que el único lugar donde podía ser realmente feliz fuera el pueblo de donde siempre había soñado escapar. Vaya cosas tiene la vida. Tal vez, el sentido de la búsqueda fuera ese: aprender a valorar lo que tenía y nunca supo apreciar. Ahora, después de tanto tiempo, por fin estaba segura de lo que iba a hacer. Era el momento de volver a empezar la vida que hace tiempo había abandonado.
Saltó de la cama y empezó a prepararse igual que en aquella primera cita. De nuevo volvió a sentirse inundada por aquella ilusión que tanto tiempo había estado escondida, de nuevo volvió a sentirse viva. Iría a buscarle a la salida del trabajo y le diría que sí, que a partir de aquel día empezarían de nuevo, que nunca es tarde, que aún tenían mucho tiempo por delante.
Salió de casa y devolvió una sonrisa a la luz del sol. Sentía mucha ansiedad, estaba nerviosa y se le notaba. Impaciente esperó en la puerta de aquella vieja fábrica a que el hombre al que amaba saliera del trabajo. Recordó la canción de Víctor Jara, sintiéndose Amanda, sintiendo que “la vida es eterna en cinco minutos”.
Y de repente, una noticia rompió el cristal de sus sueños:
La noche anterior, un accidente de tráfico se había llevado por delante todo su futuro.
De nuevo volvió a romperse algo en su interior.

Pasados unos días consiguió reaccionar y asumir lo que había ocurrido. Ahora sabía que no podía volver a cometer los mismos errores. No volvería a dejar que el destino jugara con ella a su antojo. Ahora llevaría ella las riendas, ahora ella decidiría siempre lo que tenía que hacer.
Había perdido varias vidas hasta darse cuenta de lo que tenía que hacer, pero aún tenía la oportunidad de no repetir los mismos errores. En aquel momento fue como si volviera a nacer. Se convirtió en una mujer completamente distinta.
Aquel día cumplía 30 años, y se sentía más segura que nunca.
Aquel día, después de muchos meses sin hacerlo, volvió a escribir, y comenzó a luchar por el único objetivo que tendría a partir de entonces tendría en su vida: ser feliz.

FÍN

1 comentario:

Anónimo dijo...

Retiro lo dicho. Te subestimé al pensar que serían felices y comerían perdices y olvidé que no eres tan simple.
Besos con sal.