5/10/2010

Era un tercero sin ascensor

Yo te invité un día a un café.
Tú me invitaste a todo lo demás.
Ella sabía borrar el miedo
que habita en miradas ajenas.
Yo tenía una ligera idea
sobre determinados lenguajes
para los que no hacen falta palabras.

Parece que nos entendimos.

A veces todo converge.
Y uno no sabe muy bien cómo.
El caso es que prendimos fuego
a los relojes de bolsillo.
Y todos los autobuses rojos
empezaron a terminar en su casa.
Era un tercero sin ascensor.
Del barrio de Malasaña.
Dejamos abiertos los balcones.
Y al menos de momento,
el frío pasó de largo.