...y de fondo "Mi dulce memoria", de Ismael Serrano
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No son de la familia, pero sin ellos estaríamos un poco más huérfanos. Cantantes como éste siempre traen sorpresas. Este hombre ha crecido y nos ha crecido. Sin olvidar ni origen ni utopías.
Este cantante se lucía en uno de sus discos como un niño apoyado en una pared de Lisboa donde todavía quedaban aromas de claveles en las bocas de los fusiles. Cuando un padre lleva a su hijo a los campos de batalla morales algo se le pega. Aquel niño pasó a ser un estudiante de Ciencias Físicas y un cantante de esos de bares pequeños y novias asequibles. Ayer llenó una vez más su Auditori habitual y hoy volverá a hacerlo. Ayer, cuando Bruce Springsteen, al otro lado del Besòs, nos recordaba que había otra América, Ismael Serrano nos recordaba que hay otro mundo. "Quizá no seamos héroes, pero aún seguimos vivos", dice. Este tipo de Vallecas ha ido ganando en profundidad lo que su cabeza ha ido perdiendo en cabellos. Es la testosterona poética, de la que Serrano va sobrado.Cada canción tiene el lenguaje de su tiempo. Las imágenes de los primitivos cantautores recordaban los pueblos blancos, los bancos de la estación, el amarillo de la ginesta, los carros de la madrugada y las mujeres enlutadas. Hoy los paisajes han cambiado y Serrano ha conseguido la proeza de convertir expresiones como "expediente de regulación" o "estás sin cobertura" o "tormenta de rayos catódicos" en material de canción. Serrano reivindica al replicante de Blade Runner cuando en su alegato final habla de las muchas cosas que ha visto: "Naves ardiendo más allá de Orión". Rutger Hauer sollozaba: "Todos esos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia". Y eso es lo que intenta impedir Ismael Serrano. Crecer no ha de significar en ningún caso olvidar. Serrano ha crecido y nos ha crecido y se ha situado en el prodigioso terreno del cronista universal de unos sentimientos inoxidables. De ahí que ya no tengamos que hablar de lo obvio: de su fraseo, de su cadencia, de la llamada al combate o a la resistencia, de sus magníficos músicos. Ahora Ismael nos trae un enorme cargamento de emociones adultas. Esas naves ardientes están llenas de canciones que deben escucharse una y otra vez y que dejan en el oyente el mismo sabor a clavel de aquella Lisboa liberada, pero también el aroma del amor adulto entre los dedos. Ismael Serrano no es sólo un hombre que canta. Es también un hombre que busca. Y son esos buscadores de aire los que nos permiten salir de la cómoda burbuja en la que nos íbamos apelmazando. Dicen que se acaba la poesía, que el compromiso se desvanece, que aquí sólo grita la derecha. Pero nos queda la canción cuando surge de las tripas y se pasa por el filtro de la inteligencia. "Yo sigo con mi lucha y mis canciones. Y para morir joven ya soy viejo". Ese Serrano que todavía siente la timidez de pedirle un autógrafo a Benedetti o de llamar por teléfono a Joan Margarit es la voz que la izquierda política olvidó en la nevera. Serrano es el voto diario, es el pinchazo de la ira, es el ovillo de las nostalgias con el que juega el gato callejero. Se ha acabado el disco: "Ya nada es como antes", dice. De poeta a poeta: ahí va un Shakespeare para que lo continúes, Serrano. Apunta bien: "El pasado es un prólogo". Pues vuelve pronto, chaval. Y échanos algo, que, como dice tu padre, "la edad no mata el hambre".
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