10/18/2009

Ha empezado el frío

Hay libros cuyas páginas se quedan pegadas. Para siempre. Intentas pasarlas, pero no hay manera. Y te preguntas el cómo, el por qué, el cuándo, y no encuentras respuesta. Sólo vuelves para atrás, por mucho que intentes seguir adelante. Chocas contra las paredes, una vez tras otra, como en un inmenso billar en el que no existe una carambola que resuelva. Golpeas, una vez y otra. De lado a lado. Y los golpes terminan doliendo, ¿Cómo no van a doler? Nadie es de goma. Y tú menos. Precisamente tú, que siempre fuiste especialmente blando. Todo el mundo te lo dijo. No intentes hacerte el héroe, no te pongas el disfraz de tipo duro porque nunca lo serás. Y no puedes ser aquello para lo que no naciste. Porque a veces el destino sí que tiene razón. Y luchar contra ello simplemente es perder el tiempo. Y te quedas en medio de la tormenta, sin paraguas ni chubasquero, y tratando de no mojarte. Así, tan absurdo. Como siempre, como antes. Nadie te dijo que fuera fácil, pero tú caíste en el autoengaño, que es lo peor en lo que se puede caer. Debiste aceptar las reglas del juego, porque un jugador nunca puede cambiarlas. Si no te gustan, sólo puedes quedarte fuera y que jueguen los demás. Pero una vez más, no lo aceptaste, y ahora te lamentas. A buenas horas. Siempre demasiado tarde. En todo. Siempre perdiendo trenes, olvidos, cucharadas, libretas y razones para odiar. Siempre la misma historia. Siempre. Los errores se repiten. El que diga lo contrario es un embustero. Igual que yo lo fuí alguna vez. Todos fuimos embusteros alguna vez. Sólo que a algunos se les da mejor que a otros. Y a mí, especialmente, fué de las cosas que siempre se me dió mal. Ya lo sabías. Porque siempre lo sabías todo. Incluso a mí, que pensé que nadie podría saberme nunca. Pero me engañaba. Al menos siempre me queda huir. Y más ahora, que tengo la dosis suficiente de libertad y un billete de avión en el bolsillo.

1 comentario:

Laura dijo...

Te superas. Te superas a cada palabra, a cada frase.
Y llevas buena parte de razón al decir que todos llegamos a ser embusteros alguna vez. Porque más de una vez creemos que vamos hacia adelante y al final, resulta, que no es así.
Y lo que más rabia me da es no coleccionar razones para odiar cuando si las tengo, y cuando esa persona se libra de todo nuestro dolor.
Soms embusteros, a veces, e inútiles, casi siempre.

Un besito!