2/23/2011

Y vino la vida, a desordenarlo todo.

Veía el tiempo pasar a través de los cristales. En los ratos libres que esto le dejaba, estudiaba unas oposiciones. Se enamoraba al paso de la chica de la farmacia de enfrente. Cosas que pasan.
La verdad, los amigos no entendíamos qué demonios le ocurría. Sólo pensaba en estudiar sus oposiciones. Desde que terminamos la carrera apenas le veíamos. La vida le pasaba de largo, igual que el viento de las noches de verano. Encerrado, sentado a la mesa, y mirando de vez en cuando por la ventana. Suspirando, perdiendo el hilo infinito de los días.
Pero cosas del destino. Resulta que con esto de la crisis que asola España, le suspendieron las oposiciones. Esas para las que llevaba 2 años estudiando. Perdió todo lo que había hecho durante tanto tiempo. Al principio, la verdad es que no se lo tomó muy bien. Veía las tertulias de Intereconomía y se pasaba todo el día hablando mal de Zapatero. Y seguía sin salir de casa.
Un sábado, de forma sorprendente, me sonó el teléfono. Era él. Decía que estaba harto y quería salir a emborracharse. Manos a la obra. Allá que fuimos, a beber como si fuera el último día, como si lo fueran a prohibir. Vestidos con nuestras mejores galas, cantamos y reimos como si volviéramos a ser jóvenes. Como cuando teníamos futuro. A eso de las 4 de la mañana mi amigo vió una chica. Aquello del amor a primera vista, o al menos algo parecido a eso. Tras varias dudas, allá que se fue. Como un kamikaze.
Resulta que la chica era de Rosario. Con eso, ya mi amigo empezó a romper el hielo. "¿De Rosario? Anda, como el Ché. Y como Fito Paéz." "¡Y como Messi! le respondió ella" Una cosa llevó a la otra. Las copas siguieron cayendo. Y el caso es que no volvimos a ver el pelo a mi amigo en toda la noche. Durante varios días no respondió al teléfono. No sabíamos si preocuparnos o alegrarnos.

Esta noche mi teléfono volvió a sonar. Era él. Dice que se va a Rosario a vivir. Que ha encontrado el amor y que en España no tiene nada que hacer.
Y yo que me alegro.

Uno se empeña en hacer planes, en trazar su camino, pero resulta que el tiempo y la vida lo cambian y lo desordenan todo. La casualidad y el destino nos llevan a su antojo y sólo queda rendirse. Y dejarse llevar.

4 comentarios:

Vicko Ant dijo...

No creo que sea cosa de rendirse ante el destino si es que acaso este existe como muchos lo imaginan, sino de saber que nos hará realmente felices y tener el valor de agarrar esa felicidad con ambas manos y hasta con los pies de ser posible.
Nos vemos en el camino.
Tchau

Wendolina. dijo...

Yo no creo en el destino, pero si en la casualidad, en la buena y en la mala suerte, en la que te buscas y la que te viene sin buscarla. También creo que dejarse llevar es lo mejor y más satisfactorio que puedes hacer.

Muy bonito, la verdad. Yo algún día iré a Rosario a buscar la casa de Fito Páez.

Un beso.
Wendolina.

Traubert dijo...

Es un texto muy bonito, Marlon. Como canta el Nano: "Fue sin querer, es caprichoso el azar..."

Un saludo

Anónimo dijo...

Esta frase: ..."La casualidad y el destino nos llevan a su antojo y sólo queda rendirse. Y dejarse llevar"...
Magistral...

No creo que se trate de discernir si el destino existe, ni si hay que rendirse o no, creo que hablas de sentimientos, de vivir momentos, de VIVIR EN DEFINITIVA, y de que nadie tiene esa formula, por mucho que pienses, que ensañes, que ordenes tu vida, como dice la canción "hago Zas",... un simple zas, y todo cambia, ..y lo que vienes a decir, es que hay que ser flexible ante ese zas que nos desordena, para poder vivir el placer que nos depara...

Como siempre Marlon, arañas mi alma... no sé como lo consigues, pero cuando te leo, me siento VIVA..

Un besazo, sin planes ni objetivos trazados, un besazo de los que ojalá desordene todo y a todos... nos leemos