18 de julio. Me despierto en estado de shock, con la tensión más baja que alguna estación de la línea 6. Los efectos del calor en mi cuerpo van aumentado, hasta que llegue un punto en el que necesite un electroshock para levantarme de la cama en determinados días. Tras ingerir un litro de café y dejar caer mi cuerpo bajo otros cuantos litros de agua fría, consigo abrir los ojos y me aposento frente al ordenador. Tras tener alguna amigable charla messengera y leer la prensa seria (el AS, el Efe Eme y el Hola), decido que es el mejor momento para bajar al bar a degustar uno de sus magníficos, a la par que saludables, menús del día. Nada más llegar, el estado impertérrito se apodera de mí al leer uno de los primeros: "huevos a la parisién".
Haciendo acopio de valentía, y dejándome llevar por la incosciencia que me caracteriza, decido jugármela y apostar por la exquisitez culinaria con la que nuestro "Ferrán Adriá" carabanchelero ha decidido deleitarnos en el día de hoy. Tras unos eternos minutos de expectación, mis "Huevos a la parisién" llegan a la mesa y la decepción se apodera del ambiente. Resulta que la exquisitez culinaria en cuestión se trata simplemente de una ensaladilla rusa rodeada por huevos cocidos, eso sí, abnegados por mahonesa de dudosa calidad y salsa rosa.
Horas después, presiento que la salsa rosa en cuestión está empezando a cobrar vida en mi interior y provocar un malestar generalizado.
Moraleja:
tenemos muchas ocasiones en la vida en las que podemos arriesgar o apostar. Podemos elegir por lo conocido (una ensalada mixta o un gazpacho) y terminamos decidiéndonos por unos "Huevos a la parisién" o alguna exquisitez de barrio que nos lleve a la confusión. En esos momentos, nos encontramos con la disyuntiva del riesgo o lo seguro. Tras mi experiencia de hoy, creo que he aprendido la lección.
3 comentarios:
SI no te hubieras arriesgado no sabrías si el dolor de panza vendría...
me agradó el texto, cotidiano y sencillo...
saludos
Para el dolor de tripa tenemos remedios como la manzanilla... pero que tenemos para la curiosidad??
Un besote.
Jajajaja. Los franceses siempre han sabido vender muy bien lo suyo. Yo creo que la publicidad la inventaron ellos. Por otro lado, esos huevos son un espejo de París, ¿no crees? Tan guapa, tan reluciente y, en el fondo, también tan miserable. Pero encantadoramente miserable, eso sí. Por cierto, yo también hubiera pedido 'huevos a la parisién'.
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