Tras un desayuno típico inglés (huevos y bacon, ligero en grasas) decidimos emprender viaje por estas tierras y coger un autobús con destino a Oxford. El contínuo murmullo estresante de esta ciudad (atestada de gente a cualquier hora) exige desconectar de su ritmo, con algo más que unos ojos cerrados durante ese trayecto eterno en el "tube".
Tal y como rezaba el mensaje de la publicidad, se tardan exactamente 100 minutos en recorrer las 50 millas que la separan de Londres. Con puntualidad britanica nos plantamos en esta ciudad universitaria, llena de historia por todos lados.
Tras un pequeño paseo subimos a la torre de la iglesia de St Mary's. Una estrechísima escalera lleva hasta lo alto, con unas espectaculares vistas de toda la ciudad.
Tras esto, seguimos paseando y rodeamos la ciudad por la ribera del Támesis. Todo el paisaje es verde y agua, con los vetustos edificios de la ciudad como fondo a un primer plano protagonizado por vacas y patos. Buscamos los espíritus de Lewis Carroll, Tolkien (y Harry Potter), ilustres habitantes de esta ciudad y Alicia nos recibe en su pequeña tienda de El País de las Maravillas. Y de nuevo, por la calle principal vemos cómo se habla más español que inglés.
Sin duda, visita recomendada para quien no lo conozca y pase por Londres. Merece la pena.
Os dejo algunas fotos más:
1 comentario:
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de visitar esta mágica ciudad. Esconde mucha más historia y misterio del que podemos ver a simple vista.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Merece la pena.
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