12/28/2009

El castillo

En el mapa parecía sencillo. El castillo estaba claramente indicado. No había pérdida y, sin darle mucha importancia, echaron a andar cuesta arriba.

De pronto empezó a llover. No importaba, siguieron andando. Pensaban que estaban muy cerca.

Hacía frío, pero tampoco le dieron importancia. Ya estaban llegando.

Pronto empezaron a darse cuenta de que la práctica tenía poco que ver con la teoría del mapa (suele pasar).

Ya llevaban varias horas andando. Había señales que indicaban el castillo. Seguían la indicación, pero el castillo no aparecía por ningún lugar. Empezaron a acordarse de Kafka

Llegaron a un mirador. Bien. Aquí podremos darnos cuenta de dónde estamos, pensaron. Situaron de nuevo el castillo. Estaba al lado. Prosiguieron el camino.

Volvieron a andar cuesta arriba. Los adoquines ya hacían mella en sus suelas. Les dolían los pies, estaban empapados, y no había manera de llegar. Pero no querían parar, ya era una cuestión de orgullo. Creían que entre los dos lo encontrarían, buscando en el mapa, preguntando y tratando de guiarse.

Seguían andando y subiendo cuestas. Preguntaron a la gente. Está aquí al lado, giren por allá y sigan.
Pero nada, no había manera.
La frustración se apoderó de ellos. Y Kafka, también Kafka se apoderó de ellos.

Y de pronto, 5 horas después, apareció.
Por fín encontraron el castillo.

Y se dieron de cuenta de que aquel día habían aprendido una gran lección.

Lo hicieron, porque no sabían que era imposible.

1 comentario:

maaaaaaaaaaar dijo...

kafka kafka...