Me regalo un desayuno dulce. Estoy solo en la oficina y la cabeza me sigue dando vueltas. Me encuentro en una novela de Philip Roth. Sobrevivo que no es poco. Y aprovecho una tarde libre, después de tanto tiempo. Me acomodo en la nostalgia. Hago planes que no se cumplirán y sueño despierto, que algo quedará. Me reencuentro con viejas músicas que me recuerdan lo que he vivido. Como si fuera mi banda sonora. Y ando entre las luces de la Castellana, disfrutando de un domingo a medianoche. Afino una guitarra herida.
Me dejo llevar. Y no se me ocurre otra forma de avanzar. O al menos es la única que sé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario