Tarde lluviosa y cansada. Me siento en un vagón de metro y me pongo a limpiar viejos mensajes del móvil. De repente descubro algo inesperado. El sábado pasado, a las 4 de la mañana, un número de teléfono desconocido me envió una dirección desconocida. Y yo no había visto el mensaje (o no lo recordaba) hasta ayer. No decía nada más. Sólo una dirección de un piso en una calle de Madrid.
2 comentarios:
Las casualidades no existen. El destino quiere llevarte hasta esa dirección...
...Paul Auster y las casualidades...me encanta ése hombre...y me encanta ése tipo de cosas que aparecen y consiguen sacarme una medio sonrisa...
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