Igual que Bill Murray. Ajeno a todo, perplejo. Buscas y no encuentras. Vives helado. El peor frío es el que se te mete en los huesos. Te agarra y no te suelta. Y no hay manta que consiga darte cobijo. Tanto frío que tiemblas. Y te rompes. Haces crack. Te acostumbras al frío. Paseas mirando escaparates que no puedes comprar. Sonries, aunque no lo sientas de veras. Pides una tregua. Que se encienda una luz, al menos una. Que algún sueño se acerque a la realidad. Vaciar los rincones de fantasmas. Llenarlos de soles. Encender estrellas.
Dibujas puertas cerradas en las paredes. Esperando el momento en que puedas abrirlas. Vomitando sobre folios en blanco. Por no encontrar otra solución, por no quererla encontrar. El silencio se hizo demasiado largo. Demasiado. Sientes que te miran, que te miran de lejos y te ignoran. Que no quieren lanzarte una cuerda, que sólo esperan. Y tú no les puedes gritar pidiendo ayuda. Porque simplemente ya no puedes. Y tus párpados son cada día más pesados. Sólo te lanzas por el tobogán y te dejas caer, cada día más vacío. Y escribes mensajes en botellas, esperando a que encuentren el destinatario adecuado para tus ojos tristes.
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